lunes, 31 de mayo de 2010

Industria del lujo revalora la artesanía

La tendencia de apreciar los productos de las culturas locales va en aumento entre los consumidores; las marcas globales comparten con las comunidades artesanales la raíz generacional de sus conceptos.

La coincidencia no planeada en el concepto y el "mood" de varias exposiciones y lanzamientos comerciales realizados durante el primer trimestre de este año, confirman la presencia en México de dos tendencias: la revaloración de la tradición artesanal en la industria del lujo y el interés creciente de los consumidores por sus mundos locales.

El dominio de un oficio transmitido y madurado de generación en generación es un tema que, paradójicamente, comparten las grandes marcas globales y muchas comunidades artesanales de México.

Eso explica por qué Louis Vuitton decidió celebrar sus primeros 20 años en México con la exposición Historias de tradición artesanal, en el Museo de Arte Popular, en la que sus baúles compartían espacio con piezas de factura local, como una hamaca de pita tejida por Fortuna Hernández Bazán en Chiapas.

Por los mismos días, Hermes decidió presentar su nueva fragancia, Voyage, en el taller de Marái y jacinto Angeles, en San Martín Tilcajete, Oaxaca, donde se producen tallas en madera de una sola pieza que se pintan con pigmentos naturales producidos por la misma comunidad; proceso que toma en promedio ocho meses de trabajo.

A la firma francesa le importaba enfatizar que no encontraba una diferencia fundamental entre el espíritu con que trabajan sus creadores y el que alienta a dicho taller oaxaqueño que tiene una lista de espera internacional para sus piezas.

Un proceso en cierto sentido inverso pudo apreciarse en la exposición temporal Yo siempre vivo, yo nunca muero, que estuvo montada en el Museo Franz Mayer. Ahí, 23 artistas relacionados con Oaxaca mostraban los nuevos caminos que puede recorrer la tradición textil de ese estado cuando interactúa con propuestas estéticas contemporáneas.

Dos piezas llamaron la atención de manera especial: el gobelino en el que Lorenzo Justiniano Gutiérrez López, artesano de Teotitlán del Valle, recrea una obra de Francisco Toledo y la tela intervenida por la artista italiana Ornella Ridone.

En el primer caso, destaca la doble maestría en el teñido de fibras y el manejo del telar, sin los que hubiera resultado imposible reproducir con tal precisión la amplia gama de grises, ocres y violetas del original. La pieza de Ridone, por su parte, demuestra la vitalidad que puede alcanzar una técnica tan despreciada como el bordado.